sábado, 15 de octubre de 2011

La mujer justa, Sándor Márai

La eterna ilusión y búsqueda del príncipe azul – o la princesa encantada – tratados con la elegancia y sobriedad con las que nos tiene acostumbrados Márai.


Algunos hombres y mujeres ante la eventualidad de unir sus vidas a otra persona y emparejarse para compartir el futuro, sienten el vértigo de la duda respecto a su elección: ¿será esta la mujer correcta, será este el hombre adecuado? Probablemente esto no les ocurre a quienes son más emocionales pues les basta que sus sentimientos sean fuertes para saber que la persona a la cual están dirigidos es justo el amante con quien quieren pasar el resto sus vidas. Es la situación ideal, el reino de la pasión, donde no hay espacio para la razón y las dudas insidiosas que estropean las relaciones amorosas.

En esta novela Márai desarrolla una historia en la que, fiel a su estilo, plantea un drama de índole sicológico en torno al amor. Construye para ello un vértice amoroso en cuya punta se ubica Peter, burgués acomodado y melindroso, atrapado en la trampa del querer ser y del deber ser. En los otros dos extremos están las dos amantes relevantes en la vida de Peter, una representando el querer ser y la otra el deber ser. Una es la mujer que ha despertado su pasión; la otra la mujer que le corresponde por cuna y posición social.

¿Cuál es la mujer correcta para él? ¿Es una de estas dos? ¿Existe tal cosa como la mujer justa para el hombre justo, la media naranja, el calce perfecto? ¿O habrá en cambio muchas opciones correctas para una misma persona? La elección se complica cuando el amor y la conveniencia no coinciden en la misma persona, como es el caso aquí.


domingo, 18 de septiembre de 2011

El dependiente, Bernard Malamud

Frank Alpine, el dependiente de la tienda de comestibles, nos muestra cómo desperdiciar la vida y perder el trabajo, y acto seguido cómo salvar un negocio, recuperar un amor y recomenzar el ciclo.

 
A veces en la vida, enfrentado a crisis o situaciones límite que nos hacen sufrir, uno se pregunta el por qué de lo que le está ocurriendo, y se siente impotente ante lo que considera un injusto destino y resentido por lo tanto más verde del pasto del vecino. Sin embargo, la vida tiene muchas vueltas y lo recomendable es la paciencia para enfrentar la adversidad presente que, como todo, habrá de pasar. Así lo entiende la sabiduría china y lo decreta mediante el conocido refrán popular que aconseja sentarse a la puerta de la casa a esperar ver pasar el cadáver del enemigo. Este es un concepto duro, incómodo - pero no por eso menos cierto – pues nos revela como seres envidiosos de la fortuna ajena y deseosos de venganza, en la mayoría de los casos no por nuestra propia mano sino por la del destino, la misma que transforma al enemigo del que sabe esperar en un cadáver.

Sentimientos como estos son comunes en comerciantes de barrio que viven comparándose con otros y sufriendo por el éxito de sus conocidos más cercanos. Tal es el predicamento del judío Morris Bober, dueño de la tienda de comestibles quien a medida que envejece, agriado con la vida por la muerte de su hijo Ephraim y por su eterna mala suerte, se descubre no sólo envidiando la mejor fortuna de su paisano Julius Karp sino que incluso queriéndole mal: "Durante años el tendero había logrado evitar sentir resentimiento por la buena suerte de ese hombre, pero últimamente se había sorprendido a sí mismo deseándole alguna pequeña desgracia". Para Morris, sin embargo, la vida da una vuelta y hace que una cosa se transforme en otra y aún todavía en otra, dejándonos la duda de si el cadáver del refrán es el del enemigo o el propio.


miércoles, 24 de agosto de 2011

Las garras del niño inútil, Luis Mey

Este libro podría ser considerado como un antimanual para padres. Es decir, contiene todo lo que no debe hacer si quiere ser padre o madre. Por ejemplo, si es usted una persona resentida con la vida por lo que considera injusticias que ésta le infligió desde chico, esta novela le detallará los efectos de desquitarse con sus hijos por la rabia y frustración que eso le produce. Leyéndola podrá concluir que si usted es un padre que “creció mal”, como nos informa Maxi, protagonista y relator de la historia, respecto al suyo, en vez de emprenderlas a los golpes con uno de sus hijos, mejor adquiera un puching ball. De esa manera evitará coartar el desarrollo de su hijo dejándolo apocado, sus expectativas de éxito en la vida truncadas y con la vista perennemente clavada en el suelo, como una avestruz. Igualmente, podrá concluir que si necesita sentirse superior a alguien y darle un bálsamo a su alicaída auto valoración, en vez de burlarse de una de sus hijas, mofándose inmisericordemente de su incipiente gordura y tornándola bulímica, vaya mejor al circo a reírse de los payasos. Si a todo lo anterior le agrega abuso de lenguaje, de alcohol y tabaco, y de largas horas frente al televisor, entonces el antimanual para padres estará completo.

No se nos dice explícitamente en el libro, pero a juzgar por lo vívido del relato es muy probable que tenga éste un alto contenido autobiográfico. Es una familia argentina de siete miembros, papá, mamá y cinco hermanos - tres mujeres y dos hombres - más algunos perros. Ninguno se escapa de la violencia y ofensas del padre, borrachín y pendenciero, eterno desempleado y rabioso ignorante: “...todo lo que no sabe, todo lo que ignora, sin discriminar, lo enfurece”. Cuando no está golpeando a Martín, el hijo que más recibe, está burlándose de la gordita Guillermina, la hermana menor. Tiene también el padre la irritante costumbre – o técnica de intimidación - de murmurar por detrás, en soliloquio, pero con un volumen de voz que le asegura todos escuchen y se mantengan con los nervios de punta: “`Esta familia hija de puta’, murmura alto, como quien quiere ser escuchado, sin que sepan que quiso ser escuchado”. La mamá también lo pasa mal pero en vez de proteger a sus hijos, en muchas ocasiones toma partido por su marido, justificándolo en el maltrato. Y todo a los gritos, retumbando por la casa y alterando el buen vivir tanto de la familia como del vecindario. Los familiares cercanos, vecinos y prospectos amigos, precavidos de la situación, toman distancia y los dejan a su suerte: “En casa…estamos solos, todos contra todos y todos contra el mundo”.

miércoles, 6 de julio de 2011

Servidumbre humana, W. Somerset Maugham

“Entonces comprendió que lo normal era la cosa más rara del mundo. Todos tenían algún defecto, del cuerpo o de la mente. Pensaba en todas las personas que había conocido y los vio en una larga procesión, algunos con deformaciones físicas y otros con la mente torcida, algunos con enfermedades de la carne y otros con el alma enferma. Sintió una infinita compasión por todos ellos y los contempló como las víctimas impotentes de una insensata casualidad”. Esta es la reflexión que, endosada por el autor del libro al protagonista, refleja el trasfondo conceptual que traspasa la obra y le sirve para explicar tanta miseria humana con la que lo enfrenta a lo largo de la trama y quizás, podría uno elucubrar, también la suya propia. Si pensamos en el ser humano como un sujeto afincado en cuatro pilares fundamentales, el cuerpo, representado por lo material o físico; el alma, por lo espiritual, lo moral o anímico; la mente, por lo racional o intelectual; y el corazón, por lo emocional o pasional, entonces cualquier defecto en uno de ellos, desbalanceará al poseedor de tal falla y lo hará cojear y tambalearse por la vida cual mesa con una pata más corta que las otras tres.

Philip, el muchacho al cual la historia sigue desde niño, cuando ya huérfano de padre, pierde a su madre víctima de un mal parto, y hasta la madurez de los treinta, edad en la que hace la reflexión con la que parte esta reseña, es el vehículo del que se vale Somerset Maugham para mostrarnos las penurias con las que debe enfrentarse un ser humano con uno de sus pilares fundamentales deficitario o mal compensado. En efecto, quiso el destino, la mala fortuna, o para quienes somos creyentes, la voluntad de Dios, que Philip naciera con un feo defecto físico consistente en un pie deforme que provoca cojera al caminar e imposibilita para realizar cualquier deporte e incluso bailar. Este tipo de deformidades cuando son socorridas por una madre amante, por un entorno familiar empático y un ambiente social comprensivo, tienen un buen pronóstico de superación y por ende no afectan el equilibrio vital. Pero no es el caso de Philip quien, al quedar huérfano de padre y madre en sus primeros años de vida, es asumido a regañadientes en la casa de sus tíos, él un escrupuloso pastor anglicano, impositivo y petulante, y ella una mujer frígida de sentimientos y sometida al arbitrio con desamor de su marido.

miércoles, 29 de junio de 2011

Los tigres son más hermosos, Jean Rhys

El título tan sugerente de este libro nos genera expectativas e induce a su lectura, máxime si su autora es la bien conocida Jean Rhys – cuya obra principal es la novela “El ancho mar de los Sargazos” – escritora de raíces caribeñas con sangre mitad criolla, mitad inglesa. Su historia de vida está ligada al colonialismo inglés del siglo XIX, cuando aún Dominica, su país de nacimiento, era una colonia británica. De padre galés y madre dominicana, Rhys luchó para encontrar su espacio en la vida pues al ser mestiza sufrió la discriminación de los que no son de aquí ni son de allá, lo que queda reflejado vivamente en los ocho relatos que componen este volumen.

Lo primero que nos impacta al leer estos cuentos es la fatalidad de las vidas de las protagonistas, quienes se debaten entre el optimismo de sus energías juveniles y la evidencia palpable del fracaso cotidiano, el cual, al ser permanente, trastoca optimismo en pesimismo. Para quien conoce la vida real de la autora, sabrá que todos estos relatos, cual más cual menos, describen episodios que ella vivió en sus primeros años de vida en tierras originarias y ya como una jovencita en las tierras de sus colonizadores ingleses, a donde emigró. Efectivamente Rhys habitó en Las Antillas inglesas hasta alrededor de los dieciséis años, viajando después a Europa donde intentó asimilarse a la vida londinense sin mucho éxito. De las experiencias desventuradas vividas en este período tratan la mayoría de estas historias.

Telón de fondo en todos los relatos es la aguda sensación de inadaptación social que sintió en vida la escritora, pues los ingleses de tomo y lomo practicaban un menosprecio despiadado a quien no lo era, tachándola de “horrible criatura de las colonias”. Esta actitud discriminatoria desencadena en la autora una violenta animadversión a todo lo inglés, personificado por la ciudad de Londres, y que es tangible en los textos: “Fue Eddie el primero que me contagió las dudas sobre “la patria”, es decir, Inglaterra. Se quedaba siempre muy callado cuando otros que nunca la habían visto elogiaban sus encantos y hablaban con grandes ademanes de Londres”. O bien: “No me vengan con cuentos sobre Londres. Hay mucha gente en Londres con el corazón como una piedra”. Y más categórico aún: “Londres huele siempre igual. Apesta, piensas, pero me alegro de haber regresado. Y durante un rato te infunde ánimos. Puede ocurrir cualquier cosa a la vuelta de la esquina, piensas. Pero mucho antes de que llegues a la esquina ya te has desanimado.”


sábado, 7 de mayo de 2011

También el alma se extingue, Lajos Zilahy

Quienes por diferentes motivos se hayan visto obligados a emigrar de sus países de nacimiento a otros desconocidos leerán este libro como un repaso de experiencias personales y sin duda se identificarán muy fuertemente con el protagonista y su drama. En cambio, para quienes hemos tenido la fortuna de vivir nuestras vidas en la tierra natal, leer este libro nos pondrá en evidencia la buena suerte de esa circunstancia y el ahorro de emociones tumultuosas que ella nos representa en la forma de miedo a lo desconocido, incomprensión, aislamiento, frustración y nostalgia por el propio terruño, todas encarnadas magistralmente en la persona del protagonista de esta vibrante novela.

Jan Pekri, un joven veinteañero desesperanzado por la total falta de oportunidades en una Hungría inserta en la Europa de postguerra, decide partir a América impelido por la promesa de fáciles riquezas que llega en abundante provisión desde allá. Sus presentes circunstancias son más sombrías aún por la reciente muerte de su padre y la ruina familiar que esto acarrea, por el hundimiento moral de su madre viuda y por el patético estoicismo de su hermana desengañada en el amor. Calcula Jan que con el dinero que conseguirá a raudales allá podrá en poco tiempo recuperar la hacienda familiar y restaurar la gloria perdida.



miércoles, 27 de abril de 2011

El hombre ilustrado, Ray Bradbury

Imagine un hombre con su cuerpo completamente tatuado, del cuello a los pies, incluso las manos, por arriba y por abajo. No con cualquier tipo de tatuaje, sino con ilustraciones. Tampoco cualquier tipo de ilustración: ilustraciones más una sorpresa. Sólo un pequeño espacio en su hombro derecho ha quedado intocado por la mano del artista: justo el lugar más peligroso en el cual detener la mirada…

Imagine la atracción morbosa que un hombre así puede ejercer en personas impresionables - y en especial en los niños - de manera que para evitar verse todo el tiempo rodeado por extraños debe tapar su cuerpo totalmente y cerrar el botón del cuello de la camisa.

Imagine por último que, en un momento de descuido, está este hombre descansando con su torso descubierto y, sin que pueda percatarse, se le acerca usted con la sola intención de apreciar las curiosas ilustraciones en su cuerpo. Pero basta con posar la mirada sobre la primera para sentir que el estómago se le sube a la boca y un terror frío le recorre el cuerpo: ¡es que la ilustración ha adquirido vida y comienza a relatarle una historia!