miércoles, 27 de abril de 2011

El hombre ilustrado, Ray Bradbury

Imagine un hombre con su cuerpo completamente tatuado, del cuello a los pies, incluso las manos, por arriba y por abajo. No con cualquier tipo de tatuaje, sino con ilustraciones. Tampoco cualquier tipo de ilustración: ilustraciones más una sorpresa. Sólo un pequeño espacio en su hombro derecho ha quedado intocado por la mano del artista: justo el lugar más peligroso en el cual detener la mirada…

Imagine la atracción morbosa que un hombre así puede ejercer en personas impresionables - y en especial en los niños - de manera que para evitar verse todo el tiempo rodeado por extraños debe tapar su cuerpo totalmente y cerrar el botón del cuello de la camisa.

Imagine por último que, en un momento de descuido, está este hombre descansando con su torso descubierto y, sin que pueda percatarse, se le acerca usted con la sola intención de apreciar las curiosas ilustraciones en su cuerpo. Pero basta con posar la mirada sobre la primera para sentir que el estómago se le sube a la boca y un terror frío le recorre el cuerpo: ¡es que la ilustración ha adquirido vida y comienza a relatarle una historia!


Fue justamente esto lo que imaginó el autor para entregarnos estos fabulosos relatos ambientados en el futuro, uno por cada una de las 18 ilustraciones en el cuerpo de esta especie de “hombre televisión”. Un futuro en el que muchas cosas han cambiado pero no la naturaleza humana, que permanece mostrando atisbos de amor y bondad, pero más aún de odio, resentimiento y perversidad. Pensamos en Bradbury como un escritor de ciencia ficción. Sin embargo encasillar a esta obra en el género sería desvirtuar el objetivo del autor de retratar al hombre, con sus virtudes y defectos, más que de mostrar avatares futurísticos. El papel que juegan éstos es el de introducir un elemento de desquiciamiento y horror que es palpable en muchos de los cuentos y que nos aterran pues nadie conoce el futuro y cualquier cosa puede ocurrir.
Todos los cuentos son muy parejos en calidad e interés. Sin embargo cuatro de ellos son particularmente perturbadores. La primera ilustración que adquiere vida y forma de relato es “La pradera”, en la que nos enteramos del efecto que pueden tener futuros desarrollos tecnológicos en los niños, no vaya a ser que sus padres, por tratar de protegerlos y volverlos a la normalidad, intenten quitarles estos juguetes esclavizantes.

En la misma línea espantosa de niños que se tornan contra sus padres, “La hora cero” describe la exitosa estrategia de los invasores de Marte para subyugar la Tierra después de varios intentos fallidos: reclutan a los niños en un juego para conquistar la Tierra pues qué adulto le creerá a un niño de diez cuando le dice que con sus amigos del barrio están preparando una invasión con la ayuda de su nuevo “amigo” marciano. En este mismo cuento aparece la reflexión más interesante del libro, aquella que describe la falsa certidumbre humana en el momento justo antes del evento que cambiará el mundo para siempre, un instante de tiempo suspendido en la eternidad: “Todo a su alrededor la ciudad zumbaba… En miles de otras ciudades había similares árboles, niños, calles y hombres de negocio en sus tranquilas oficinas grabando sus voces o mirando televisión… Reinaba la universal, tranquila presunción y desaprensión de hombres acostumbrados a la paz, seguros de que nada vendría a turbarlos. Tomados brazo con brazo, los hombres en la Tierra constituían un frente unificado. Armas perfectas estaban custodiadas equilibradamente entre todas las naciones. Un balance increíblemente hermoso se había establecido. No había traidores entre los hombres, ni infelices o descontentos; el mundo se asentaba sobre bases sólidas. La luz del sol iluminaba la mitad del planeta y los árboles se mecían en el aire cálido.”
En “Caleidoscopio” hombres comunes y corrientes (esta es la clave, no son sofisticados astronautas los protagonistas de estas historias) viajando por el espacio interestelar, sufren la desintegración de su nave y son arrojados, sin aviso y sólo con lo puesto, al espacio infinito. Mientras se separan unos de otros, cada uno atraído poco a poco por distintos cuerpos celestiales, mantienen todavía por varios minutos comunicación radial. Y es este diálogo entre ellos, lleno de resentimientos, rencores, acusaciones, cuentas pendientes pero también de compasión y perdón, lo que los delata como seres humanos en la inmensidad del universo. Uno de ellos sublima su vida al transformarse en el deseo de un niño que lo ve desintegrarse en la atmósfera terrestre convertido en estrella fugaz.

En “La ciudad” asistimos a la ingenieril venganza de una ciudad que desarrolla conciencia de sí misma mientras espera el retorno de los hombres para devolverles la mano por el exterminio de sus habitantes veinte mil años atrás.

Pero el relato más importante es el personal, aquel que se lee en el hombro derecho del hombre ilustrado y que significa la perdición para el intruso que no atina a destrabar su mirada a tiempo y arrancar de un destino desquiciador.

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1 comentario:

  1. Todos los cuentos son muy buenos, La pradera, Caleidoscopio, Los globos de fuego, Los desterrados, La mezcladora de cemento.
    Un libro que vale la pena leer, pero es que Ray Bradbury es realmente un gran escritor.

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