
Imagine la atracción morbosa que un hombre así puede ejercer en personas impresionables - y en especial en los niños - de manera que para evitar verse todo el tiempo rodeado por extraños debe tapar su cuerpo totalmente y cerrar el botón del cuello de la camisa.
Imagine por último que, en un momento de descuido, está este hombre descansando con su torso descubierto y, sin que pueda percatarse, se le acerca usted con la sola intención de apreciar las curiosas ilustraciones en su cuerpo. Pero basta con posar la mirada sobre la primera para sentir que el estómago se le sube a la boca y un terror frío le recorre el cuerpo: ¡es que la ilustración ha adquirido vida y comienza a relatarle una historia!