Podría decirse que esto es justamente lo que tenemos que evitar nos ocurra con nuestras vidas: dejar pasar miserablemente el tiempo sin tomar ninguna decisión consciente respecto a nuestra vocación, sin reflexionar respecto a cuál es el lugar en el mundo en que haremos la mayor contribución y respecto a la dirección de nuestra carrera profesional.
El libro parte con un Drogo muy joven, de unos veinte años, recién nombrado oficial y con una destinación militar inusual y ominosa: la Fortaleza Bastiani, último bastión de la defensa del territorio, lugar aislado y abandonado por el Alto Mando militar. No se nos dice cómo fue que Drogo decidió ingresar a la Academia Militar, si tenía las condiciones y motivaciones adecuadas para esa vida, pero sí que desde el mismo inicio de su realidad de oficial, ya albergaba serias dudas respecto a su destino: “…pero sobre todo eso pesaba una insistente idea, que no conseguía identificar, como un vago presentimiento de cosas fatales, como si estuviera a punto de iniciar un viaje sin retorno”.
La lección que debemos extraer de este relato es la de evitar la pusilanimidad en lo que concierne a nuestra vocación, la del peligro que reviste la complacencia de la propia juventud, de confiarse en que somos todavía siempre jóvenes y tenemos todo el tiempo por delante para decidir en qué invertir nuestras energías y esperanzas. La verdad es que el paso del tiempo es inclemente, sicológicamente se acelera entrada la primera adultez, y debemos estar atentos a guiar nuestro destino hacia los derroteros que le darán mayor sentido a nuestras vidas. Giovanni Drogo no lo hizo a tiempo, no se ayudó para que entonces Dios lo ayudara, y concluyó su vida con un sentimiento aciago, con ese ensimismamiento que nadie querría para sí mismo ni para aquellos a quienes amamos: “No conseguía liberarse de aquel vago atontamiento, semejante a una niebla; … quizá simplemente el dolor de ver acabada miserablemente su vida. Ya no le importaba nada, absolutamente nada”.
A pesar de ser un relato que en su conjunto es triste, el libro no produce agobio, se lee con agrado y fluidez e irónicamente termina con una sonrisa.
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