lunes, 14 de febrero de 2011

La nieta del señor Linh, Philippe Claudel

Algunas de las indeseadas consecuencias de la guerra, más allá de la destrucción de las familias y de los pueblos y ciudades, son, para los sobrevivientes, la necesidad de abandonar el adorado terruño y la pérdida de la esperanza sobre el futuro. Y en aquellas ocasiones en que el horror es demasiado, también la locura...
Aquellos que deben dejar el propio territorio y reubicarse en lugares ajenos se transforman en refugiados, seres vulnerables, sin raíces, sin lazos ni nada que los una a su historia personal. En este sentido pueden asimilarse a una criatura recién nacida que debe comenzar a relacionarse con un mundo desconocido. En el caso de los refugiados, es un recomenzar, como si fuera un segundo nacimiento.
El muy anciano señor Linh y su pequeña nieta van al exilio obligados por la guerra que arrasa su país. Comparten el tener que iniciar una nueva vida, ella por ser una niña de seis semanas y él en su condición de refugiado en un país extraño. La gran diferencia está en la dificultad con que lo hacen: para él es infinita, para ella ninguna. El señor Linh no sólo desconoce todo de su nuevo país sino que siente una enorme nostalgia del suyo y una tristeza pesada por la pérdida de sus seres más queridos, su hijo y nuera, padres de la niña. Lo único que lo mantiene apegado a la vida es su nieta pues ella depende completamente de él y es su razón de vivir: “Él quiere ver florecer a su nieta. Quiere vivir para ver eso, y no le importa que vivir signifique vivir lejos de su país…”


En el nuevo país el señor Linh desconoce todo: los olores, el clima, las calles de la enorme ciudad, el apuro e indiferencia de la gente, la pérdida de humanidad y del sentido de la existencia: “En las aceras, los hombres y las mujeres andan muy deprisa, como si les fuera la vida en ello… Nadie mira a nadie… nadie habla con nadie”.
Sin embargo, a pesar de todas estas dificultades, el señor Linh encuentra la amistad y la cercanía con otro ser humano, habitante de la inhumana ciudad y doliente como él: el señor Bark. No se entienden palabra el uno al otro, pero se comunican con el lenguaje universal del sufrimiento y de la necesidad de contacto humano verdadero. El señor Bark es el único capaz de aceptar y entender al señor Linh tal cual es, sin pedirle explicaciones por la nieta, y de valorarlo por su sola presencia y paciencia. Son almas gemelas que se engarzan una con otra a través de una común sensación de pérdida y tristeza.
En la amistad que van construyendo ambos encuentran el consuelo de una vida “llena de cansancio, de sufrimiento, de desilusiones… con demasiadas derrotas y demasiadas huidas”. A los ojos del señor Linh, el señor Bark le da al nuevo país un rostro humano. Y la verdadera protagonista, la que le da el título a la novela, no emite ni el más mínimo sonido de principio a fin: “La nieta del señor Linh”.

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